El GEIS cuenta entre sus asociados con algunos especialistas en oncología pediátrica y, sin duda, es un ámbito en el que desarrollaremos más actividad en el futuro. Sin embargo, los cierto es que el GEIS nació como una asociación de oncólogos, interesados en los sarcomas de los adultos, y sigue siendo a este grupo de edad al que orientamos la mayor parte de nuestro esfuerzo.
La razón, seguramente, reside en que mientras que son los especialistas en oncología los que se ocupan del cáncer de los adultos, el de los niños es tratado por especialistas en pediatría superespecializados. Así sucede también en la mayoría de los países occidentales. Según la Comunidad Autónoma, la edad pediátrica queda establecida entre los 14 y los 16 años. Esta arbitraria distinción administrativa no siempre se respeta en la práctica clínica. Así, un niño ligeramente por encima de esa edad podría ser perfectamente atendido por un pediatra oncólogo, mientras que otro un poco por debajo del límite podría ser tratado por un oncólogo de adultos. Lo que nunca sucede es que un niño pequeño con cáncer (de seis años, por ejemplo) sea tratado por un especialista que no sea pediatra.
Los padres de un niño diagnosticado de sarcoma pueden considerar que quien les atiende es un experto en la enfermedad sólo por el hecho de pertenecer a un equipo de oncología pediátrica.
Una característica esencial distingue al cáncer de los adultos del de los niños; mientras que el cáncer de los adultos es una dolencia muy común, el de los niños es una rareza. Así pues, el concepto de cáncer poco frecuente en los niños no existe, porque todos lo son. Un sarcoma en un adulto es una variedad de cáncer muy peculiar, porque aparece muy rara vez comparado con los tumores malignos de mama, pulmón o próstata. En cambio, en un niño, un sarcoma es una variedad de cáncer semejante al resto de las que aparecen en los niños, pues todas se dan muy poco. Los cánceres comunes del adulto, no existen en el caso del niño. Esta diferencia tiene consecuencias prácticas en cuanto a la concentración de casos de sarcoma en centros de experiencia. Para empezar, hay muchísimos más oncólogos de adultos que pediatras superespecializados en oncología. Eso significa que cada especialista de adultos verá muchos cánceres de mama o de colon, pero casi ninguno de sarcoma (a menos que se dedique intensivamente a ellos, como los miembros del GEIS). En cambio, muy pocos pediatras oncólogos pediátricos se reparten a la población infantil diagnosticada de cáncer, por lo que cualquiera de ellos atiende al cabo del año muchos casos de todas esas variedades raras, incluidos los sarcomas. Dicho aun más claro, los padres de un niño diagnosticado de sarcoma pueden considerar que quien les atiende es un experto en la enfermedad sólo por el hecho de pertenecer a un equipo de oncología pediátrica. En cambio, un adulto afectado también de sarcoma no debe presuponer que su médico es experto en esa enfermedad por el hecho de que sea oncólogo.