Así como hay muchos tipos de sarcomas, también son diversos los tratamientos para curarlos o mejorarlos. Están la cirugía, la radioterapia y la quimioterapia.
Los nuevos tratamientos contra el cáncer, basados en el conocimiento de sus mecanismos moleculares más íntimos, todavía no han cambiado las maneras de tratar los sarcomas en el mismo grado que otros cánceres más frecuentes, como los de mama o pulmón. No obstante, esta nueva época del tratamiento del cáncer también esté empezando a llegar a los sarcomas. Por ejemplo, el GIST, antes prácticamente intratable con quimioterapia convencional, tiene hoy día un pronóstico incomparablemente mejor gracias al imatinib y a otros medicamentos de tipo molecular.
La gran variedad de los sarcomas no es nada comparada con las diferencias que observamos entre pacientes. Los hay niños, adultos o ancianos; con un estado de salud aceptable o francamente debilitados; están aquellos que se enfrentan a su primer tratamiento o los que ya han conocido varias líneas de tratamiento anterior. En definitiva, casi se puede decir que no hay dos casos exactamente iguales, de modo que un equipo dedicado al tratamiento de los sarcomas ha de poner todo su conocimiento y experiencia en la difícil tarea de modular los tratamientos existentes a las necesidades particulares de cada paciente.
No hay dos casos exactamente iguales, de modo que un equipo dedicado al tratamiento de los sarcomas ha de poner todo su conocimiento y experiencia en la difícil tarea de modular los tratamientos existentes a las necesidades particulares de cada paciente.
Todo debe empezar por plantearse de manera muy realista cuál es el objetivo del tratamiento en cada caso. En ocasiones se trata de curar la enfermedad; en otras, de disminuir las probabilidades de recaída en el futuro tras una operación. A veces, lo que se pretende es alargar el tiempo de vida en una situación en la que la curación no es ya posible, y otras pretendemos, sobre todo, controlar los síntomas de la manera más rápida posible. Si no está claro lo que se pretende, es imposible concluir luego si el tratamiento ha respondido o no a las expectativas. Ningún paciente que desee ser partícipe activo de su tratamiento debería enfrentarse a él si formular ese ¿para qué? a su médico de la forma más clara posible. Y éste no debería emprenderlo sin responder a su paciente con toda la sinceridad que sea posible.