¿Cómo es recibir un tratamiento de radioterapia?
El médico especialista que se encarga del tratamiento con radiaciones es el oncólogo radioterapeuta, distinto del oncólogo médico que es quien usa la quimioterapia y otros tratamientos con medicinas. Para la radioterapia se requieren unos aparatos llamados aceleradores de electrones. Los aceleradores son grandes equipos que necesitan edificios propios dentro de los hospitales.
Las radiaciones son haces de energía que actúan sobre los tejidos. Su principal efecto consiste en dañar el material genético de las células.
Las radiaciones son haces de energía que actúan sobre los tejidos. Su principal efecto consiste en dañar el material genético de las células. Si el daño genético sobrepasa un cierto punto, la célula muere. Esto sucede tanto con las células sanas como con las enfermas, pero los oncólogos radioterapeutas se valen de una serie de técnicas para que el efecto de la radioterapia sobre el tumor sea máximo, pero mínimo sobre los tejidos normales de alrededor. La primera es el cálculo exacto de la dosis. Sucede que las células malignas son más sensibles a la radioterapia que las sanas. El especialista calcula una dosis que sea tolerable para los tejidos sanos, pero letal para los cancerosos. Otro aspecto importante es el llamado fraccionamiento. La dosis total de radioterapia no se aplica de una sola vez salvo en raras excepciones. Normalmente se fracciona en dosis, de modo que los tejidos tienen la oportunidad de recuperarse entre una y otra fracción. Lo más común es que se aplique una dosis de radioterapia cada día de lunes a viernes, durante un periodo de varias semanas. Por otro lado, el oncólogo de radioterapia no proyecta un solo rayo de radiación sobre el cáncer. Lo que hace es usar varios haces de energía que se cruzan precisamente sobre el tumor. De este modo, cada chorro de radiación lleva poca energía y daña escasamente a los tejidos sanos que va atravesando en su camino; en cambio, la radiactividad de todos los haces se suma en el punto de confluencia y ejerce todo su efecto en el foco de la enfermedad. Por último, se emplean pantallas de un material especial que absorbe las radiaciones, moldeadas a medida de la anatomía de cada paciente, para impedir que la radiación incida sobre tejidos especialmente sensibles, como la médula espinal, la retina o la glándula tiroides.
Algunos de los equipos más modernos de radioterapia emplean potentes ordenadores, sistemas de reconocimiento de imagen y de realidad virtual para realizar tareas hasta hace poco imposibles, como envolver homogéneamente en radiación tumores de formas muy irregulares o acompasarse a los movimientos de la respiración del paciente. Los sarcomas, sobre todo del tronco, la columna vertebral, el cuello y la cara son tumores en los que esta clase de técnicas complicadas suponen una diferencia sustancial en cuanto a la eficacia del tratamiento o al control de los efectos adversos.
Todos estos aspectos son complicados de planificar. Antes de empezar la radioterapia propiamente dicha, el oncólogo ordena una serie de escáneres especiales y una sesión con el aparato de radioterapia apagado. A esto se le llama simulación, y sólo se omite en las escasas situaciones en las que la radiación es una urgencia médica. En todos los equipos de oncología radioterápica participan unos profesionales con los que el paciente jamás tiene contacto. No son médicos, sino físicos. Se los conoce como radiofísicos. Junto con el oncólogo radioterápico, analizan todos los datos de la simulación y establecen un plan de tratamiento que es distinto para cada enfermo. En él se especifica qué aparato se usará, con qué energía de radiación, a través de cuantos haces de energía y con qué ángulos precisos cada uno, cuántas sesiones, durante cuánto tiempo y usando qué escudos para proteger qué órganos. Todos esos datos se introducen en un ordenador que controla al aparato de radioterapia.